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¿Cómo alentar la empatía en nuestro hijos?



¿Cómo contribuir a que su hijo muestre

una mayor empatía hacia los demás?


La empatía suele ser considerada la base de todas las capacidades sociales. Esta surge naturalmente en la mayoría de los niños. Los estudios no muestran diferencias significativas en las conductas empáticas de niños y niñas. En general, lo varones son tan serviciales como las niñas, pero tienden a llevar actividades físicamente serviciales o de “rescate” (como ayudar a otro niño a aprender a andar en bicicleta), mientras que las niñas suelen usar su empatía desde el punto de vista psicológico (consolar a un niño que se siente mal). Ni la clase social ni el tamaño de la familia parecen estar relacionados con los comportamientos empáticos, aunque los hermanos mayores parecen ser en general los más serviciales que sus contrapartes más jóvenes. Tiende a producirse una conducta más servicial entre hermanos cuando existe más diferencia de edades.


Dada esta situación y el impulso natural de nuestros niños a mostrarse serviciales y considerados, podríamos esperar encontrar una conducta empática mucho más frecuente y coherente de lo que en realidad ocurre. Si usted quiere criar a un hijo que se preocupe por los demás y cuyas conductas sean coherentes con estos sentimientos, puede poner en práctica los siguientes consejos:


Enséñeles a sus hijos a practicar
“actos aleatorios de bondad”

El estadista romano Cicerón escribió una vez: “En nada se acercan más los hombres a los dioses que al hacer el bien a sus semejantes”. Una de las formas más simples y efectivas para enseñarles a los niños la empatía es la práctica de “actos aleatorios de bondad”. Este movimiento internacional fue iniciado por el libro Random Acts Of Kindness que contiene anécdotas sobre la forma en que actos simples de consideración y solicitud afectan la vida de las personas. Un estudiante universitario recibió postales anónimas y misteriosas por parte de la madre de un amigo, lo que tornó sus primeros meses fuera de casa más llevaderos. Una mujer dejó una lámpara rota en el ómnibus, y el conductor se apartó de su camino y se la devolvió reparada. Una viuda reciente salió de su auto y sollozó al costado de la ruta, porque el viaje de Navidad con sus hijos adolescentes era un activador de su duelo. Un extraño se detuvo e invitó a aquella familia a recorrer la ciudad junto con la suya.


Lo que les resultó curioso a los editores del libro, que seguían recibiendo innumerables historias de bondad, era hasta qué punto los actos buenos más simples podían modificar la vida de la gente. Escriben lo siguiente en el prefacio al segundo volumen de cartas:

“Desde la posición ventajosa de haber leído tantas historias de personas diferentes… la bondad emerge como una herramienta más poderosa a nuestra disposición a medida que avanzamos en nuestras vidas. Su poder no sólo resulta fascinantemente accesible para cualquiera que se preocupe por usarla, sino que no puede disminuir nunca, por el contrario, se expande con cada acción”.

Hoy es un día tan bueno como cualquier otro momento para convertir a la bondad en un proyecto familiar. Compre una libreta y registre cada día un acto de bondad para cada persona de la familia. Un acto de bondad puede ser algo tan simple como sostener la puerta a alguien o llamar por teléfono a un amigo enfermo. A medida que la bondad se vuelve un hábito, usted se dará cuenta que los niños no quedarán nunca conformes. Se esmerarán más de lo habitual para llevar a cabo actos altruistas.



Tenga una expectativa clara y alta al respecto
del desarrollo moral y empático de sus hijos.


En algunas familias, la religión desempeña un papel importante en el desarrollo moral de los niños. Aunque la mayoría de las religiones requieren que los niños memoricen una lista de normas morales, esta simple memorización y recitado no parece producir mayores efectos en su conducta. Lo que resulta efectivo como influencia en los niños es la forma en que los padres ponen en práctica el sistema de valores de su religión en sus vidas cotidianas. Algunas comunidades religiosas enseñan a los niños a preocuparse por los demás en forma particularmente efectiva.

Por ejemplo, en su libro Educar a su hijo para que sea un mench, el rabino Neil Kurshan define el énfasis judío en la preocupación por los demás. Escribe: “(La palabra) menschlichkeit (significa) responsabilidad fusionada con compasión, la sensación de que nuestras propias necesidades y deseos personales están limitados por las necesidades y los deseos de los demás. Un mensch actúa con moderación, mostrando siempre sensibilidad hacia los sentimientos y pensamientos de los demás. En tanto que menschen sentimos una pasión genuina por aliviar el dolor de quienes nos rodean”.

Si usted quiere que sus hijos se tornen más empáticos, atentos y responsables, entonces debe esperarlo de ellos. Debe establecer normas familiares claras y coherentes y no renunciar a ellas. Debe requerirles que sean responsables. Ya desde los tres años, debería esperarse que los niños se limpien a sí mismos e inclusive que ayuden con tareas simples, como poner la mesa. Las tareas domésticas y otras responsabilidades deberían aumentar con la edad, y no deberían estar atadas a recompensas, ni siquiera a un estipendio. Debería esperarse que los niños ayuden en la casa porque ayudar a los demás es lo correcto. Recibir una mensualidad y aprender a manejar dinero es un asunto útil pero diferente.


Si usted quiere que su hijo sea atento, considerado y responsable, debe hacer algo simple: eleve lo que espera de sus hijos. Ser un padre permisivo es fácil. Es fácil hacer la cama de su hijo o sus deberes escolares. Pero para criar niños responsables, los padres deben tornarse ellos mismo más responsables y pueden comenzar a hacerlo dejando de lado la idea de que les deben hacer las cosas y no exigirles nada.


Comprometa a su hijo con
un servicio comunitario (voluntariado)

Aunque algunos grupos religiosos practican el servicio comunitario como parte de su compromiso espiritual, la gran mayoría de los niños no experimenta la pertenencia y el significado que surgen cuando la gente está regularmente comprometida con esfuerzos organizados para ayudar a los menos aventajados. Aunque muchos padres transmiten este calor a sus hijos, sólo los actos producen un impacto real.




Comprometerse usted y su familia a ayudar regularmente a los demás en proyectos organizados no sólo les enseñará a sus hijos a preocuparse más por los demás, sino que les enseñará también aptitudes sociales, la importancia de la cooperación, y el valor de la perseverancia para el logro de objetivos.

Si usted no es miembro de un grupo religioso o social donde los chicos puedan participar por lo menos dos veces por semana, existen varias actividades familiares o voluntariados que pueden realizar sus hijos.

Las siguientes actividades podrían darle alguna idea donde puedan dar algún servicio a la comunidad:


  • Ayudar a un comedor de beneficencia (donación o mano de obra).

  • Formar parte de alguna organización protectora de animales.

  • Visita a asilos de ancianos (para leerles o realizar alguna otra actividad).

  • Enseñar a niños pequeños (primos, hermanos, etc.)

  • Fabricar o donar muñecos para niños enfermos.


Seguramente habrá alguna actividad que resulté atractiva para ustedes y su hijo. Los factores claves para recordar son:


  • Elegir algo significativo para usted y su hijo.

  • Lograr que su compromiso sea una nueva prioridad en su vida.

  • No permitir que el interés caiga. Participar en el proyecto con su hijo.


Psicólogo Edwin Vílchez

Equipo de Desarrollo Personal


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